Antes de convertirse en golosina internacional, el chocolate formaba parte de la alimentación diaria – especialmente a la hora de la cena – de la mayoría de los mexicanos.
Fruto de la conquista española, el cacao llegó a Europa y quedó en el olvido su origen. En la actualidad, sin embargo, aún se puede ver el espectáculo de la molienda del cacao en algunos mercados de ciudades mexicanas y muchas familias todavía muelen el cacao en sus casas.
Considerado un regalo divino por los indígenas del México prehispánico, sus auténticos descubridores, el cacao y sus derivados de chocolate son uno de los alimentos más populares del mundo desde que los españoles los llevaron a Europa
EL MANJAR DE LOS DIOSES
Bautizado científicamente Theobroma (en griego, manjar de los dioses) cacao en el siglo XVIII, se sabe que el árbol cacaotero crecía ya de forma espontánea en el siglo IV a.C. en el Yucatán, México.
El cacao, su semilla, era considerado un regalo divino por los mayas y aztecas, por ser fuente de su riqueza (la usaban como moneda de cambio) y por el poder energético de las bebidas que elaboraban mezclándolo con agua y chile.
El auténtico sabor del cacao, tal como la tomaban los aztecas y los mayas, es extremadamente amargo; y su sabor es desagradable para el paladar occidental. Los colonizadores españoles introdujeron la mezcla con azúcar para suavizar su sabor original.
Tras ser descubierto por Hernán Cortés, el cacao fue importado a España, donde, a lo largo del siglo XVI, las órdenes religiosas endulzaron la fórmula del chocolate para adaptarla al gusto europeo.
La difusión masiva del chocolate no llegaría hasta el siglo XIX, cuando diferentes empresas británicas y suizas como Cadbury, Suchard, Lindt, Fry & Sons o Nestlé iniciaron su producción industrial.